miércoles, 27 de mayo de 2009

Haigas (Isla de Fuerteventura)



Paz, luz y color
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nos regala el Creador
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isla divina.
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Delicioso mar
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refugio de poetas
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calma nuestra alma.
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Fotos tomadas de la Red

sábado, 16 de mayo de 2009

Tarde mágica (Haiga)

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Mi alma suspira
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el sol besa la tarde
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mágico cuadro.
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Foto Juan Antonio

Lago Villarrica, Chile.


Magia del Creador (Haiga)

Barranco de los Cernícalos, Telde, Gran Canaria, España.
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Cae el agua fresca
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isla de Gran Canaria
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magia del Creador.
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Foto tomada de Google

La Aldea de San Nicolás: El mar y sus montañas siempre me acompañan

Playa de Guguy, como la llamaban nuestros abuelos (hoy conocida como Güi-Güi). Aldea de San Nicolás, provincia de Las Palmas, España.
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Las montañas y el mar de mi isla me mecen en mis sueños. Yo vuelo hacia ellos y me impregno de su esencia.

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Recorro las hermosas playas donde desde pequeño jugaba con sus olas y me revolcaba en su arena. El mar me seducía y llenaba mi alma de vivos colores y de la magia y del aroma que nunca me han abandonado.
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El mar es poesía
el mar es arte
el mar es alegría
quiero amarte
mar de mi vida.
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Recorro las montañas en sueños de atardecer. Inicio el camino en el barrando de La Aldea, camino plácidamente en dirección a Los Cercadillos. Me saluda a lo lejos la Cueva del Mediodía, luego El Molino de Agua y el Caidero El Rabo Ratón, soñando con las lluvias para poder lucir en todo su esplendor. Continúo por el camino hacia las presas. Es un estrecho barranco donde las montañas forman un poema pétreo lleno de extraordinarios silencios musicales que inundan de emoción mi alma.

Regreso con el corazón lleno de intensos sentimientos y emociones.
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Yo continúo soñando cada día en el eterno idilio con el terruño que me vio nacer. Lo amo hasta morir de amor.
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Siempre que recorro este camino veo la mano de Dios. Ya desde pequeño, cuando subía en el camión de la presa con mi padre, me impresionaba. Más tarde hacía excursiones con mis amigos disfrutando de cada uno de los parajes, cuevas y recovecos en las montañas o en el barranco. Gozaba de su perfume, de su color y de su silencioso lenguaje.

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Montañas sagradas
adornan mi pueblo
y acarician mi alma,
yo siempre vuelvo
y quedo en calma.
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El valle de La Aldea, sus espléndidas montañas, su plácida playa y el pueblo aldeano los llevo prendidos en el alma como el mayor tesoro que Dios me pudo regalar.


.Foto tomada de la red